A veces me preguntan por qué empecé a practicar yoga. O mejor dicho, por qué lo convertí en el centro de mi vida y decidí compartirlo con otras personas.
La verdad es que el yoga llegó a mí en uno de los momentos más oscuros de mi vida. No fue una decisión planeada ni un interés casual. Fue una necesidad. Una llamada silenciosa del alma.
Cuando mi cuerpo gritó lo que yo no podía decir
Llegué al yoga en plena depresión. Me sentía vacía, desconectada, sin rumbo. Mi cuerpo empezó a expresar lo que mi voz no podía: perdí mucho peso, llegando a 42 kilos, y desarrollé alergias e intolerancias alimentarias que me hacían sentir aún más vulnerable.
La comida —lo único que podía controlar— se convirtió en un campo de batalla. Todo era demasiado. O demasiado poco.
Fue entonces cuando el yoga apareció. No como una solución inmediata, sino como un refugio. Una pausa. Una forma de volver a mí, muy despacio y con muchísimo cuidado.
Lo que el yoga me enseñó
A través de la práctica, volví a sentir mi cuerpo. A tratarlo con amabilidad.
Descubrí el poder del movimiento consciente, de la respiración como ancla, del silencio como espacio seguro.
El yoga me enseñó a habitarme.
A dejar de pelear conmigo.
A hablarle a mi cuerpo con ternura, incluso en los días en los que me sentía rota.
Aprendí que no hay una forma correcta de estar bien, y que sanar no es un camino recto, pero sí posible.
Me enseñó a escuchar y escucharme —de verdad—, más allá del juicio, del ruido mental, del “tengo que”.
A escuchar lo que necesitaba, más allá del ruido mental. Apareció no como una solución mágica, sino como una pequeña luz. Una invitación a volver a sentir, a respirar, a moverme con presencia, aunque fuera lentamente, con lágrimas o con miedo.
Me mostró que sanar no es lineal, pero sí posible. Y que el cuerpo —nuestro hogar— siempre encuentra formas de hablar, incluso cuando creemos que no tenemos voz.
Por qué decidí compartirlo
Con el tiempo, el yoga dejó de ser solo una práctica para convertirse en mi camino. Y ese camino, en propósito.
Sentí que si el yoga me ayudó a atravesar la oscuridad, también podía ser luz para otras personas.
Tardé 4 años y medio en recuperar mi peso. Fue un proceso duro y a la vez hermoso. Cada paso, cada lágrima, cada respiración sentía que valía la pena.
Así nació The Beauty Yoga: como un lugar de cuidado, de reconexión, de verdad. Un lugar donde no hace falta estar bien para llegar. Donde cada emoción tiene su sitio.
Donde no importa si la postura es perfecta…
Lo que importa es que estés tú, en ella, contigo.
Gracias por estar aquí
Si estás leyendo esto, gracias. De verdad.
Quizás tú también estás buscando volver a ti, sentirte en paz en tu cuerpo, salir de tus pensamientos en bucle, aprender a dejar de juzgarte, encontrar un espacio donde respirar.
Aquí estoy, para caminar contigo, desde lo vivido y desde el corazón.
Esto no va de hacer yoga. Va de volver a ti. Con amor, sin prisa, y paso a paso.
Namasté 🙏
Sheila
Comentarios
Cristina dijo:
Hola Sheila!
Soy Cris hija de Leo de Oropesa, amiga de tu madre Loli. Te sigo desde hace meses y me encantan tus publicaciones, y está especialmente me ha tocado el corazón, ya te admiraba antes por haber conseguido todo lo que has conseguido y llegar a vivir de tu propósito pero compartiendo tu historia, pienso que llegas hasta lo más profundo de cada uno, por tu fortaleza, con tu sencillez, tu honestidad y tu verdad. Gracias por ser luz y guía para muchos, cuanto me gustaría que estuvieras en Madrid y poder asistir a tus clases de Yoga, de siempre me ha gustado y en ocasiones lo he practicado pero no he sido lo suficientemente constante para saborearlo todo lo que me gustaría y profundizar en mí como querría pero sé que lo haré… Un beso enorme! Gracias y a seguir… Muak Cris 😘
09 junio 2025